domingo, 23 de abril de 2017

Adelante abren puertas, atrás se olvidan de cerrarlas.


Para un hincha neutral, partidazo.

Para el hincha de Racing – por lo menos para mí – una avalancha de nervios que no nos permite disfrutar del triunfo.

Es evidente que el famoso equilibrio que pregonan los técnicos queda de lado cuando los jugadores se mueven, porque este Racing genera situaciones de gol en cantidad, pero también sufre, si no en la misma cifra, cada vez que lo atacan.

Si hablamos de posibilidades de gol, en el primer tiempo Racing y Atlético estuvieron parejos, pero en la segunda mitad y a partir del empate de los tucumanos, la Academia tuvo todas las posibilidades para golear a los tucumanos, porque además de sacra una diferencia de dos goles antes de los 25 minutos, lo que golpeó de alguna manera a su rival no supo concretar las que se dieron de contragolpe y eso al buen equipo de Tucumán le dio aire y tiempo como para acercarse al ya inseguro Orión que junto a una defensa confusa ofrecía ventajas en las marcas.

Todo esto aceptando que Barbieri realizó un buen encuentro que lo muestra como un central con buen futuro y Torsiglieri tuvo a mi gusto un gran repunte porque no solo tuvo buenos quites, sino que ya no revoleó tanto la pelota y se animó a jugarla más, sumándole que ambos convirtieron goles de cabeza, con buenos movimientos en el área y certeros cabezazo, a través de tiros de esquina ejecutados por Acuña.
También está en alza Insúa que viene jugando mejor y que aunque mantiene su ímpetu no se lo ve tan atropellado, mientras Pillud sufre la zona, que pareciera que si no juega Gastón Díaz no tiene solución.

Hubo una gran actuación de González, la que coronó con un golazo espectacular después de un centro-pase de Bou, la que lo exige y lleva a un gran desgaste por su permanente llegada al área contraria y su retorno a colaborar en la recuperación y también me gustó mucho la tarea de Aued, porque se lo vio “patrón” del medio campo y gestor del inicio de las jugadas, además de convertirse en el símbolo de la fe cuando había que ir a disputar cada pelota.

Es cierto que a veces perdía ante la cantidad de volantes tucumanos, pero era lógico porque Meli, que no tuvo claridad ni estuvo muy acertado y Acuña a quien no me canso de ponderar, aunque hoy no anduvo bien en los pases y fue fuertemente marcado, subían en cada ataque junto al “Pulpo” y a veces no regresaban a tiempo.

Y adelante sigue encendido Bou, que al igual que en el equipo campeón desborda confianza y eso a veces lo lleva a tomarse libertades “egoístas” donde se desperdician valiosas ocasiones para convertir, mientras Lautaro Martínez que ya dejó de ser un chico más lo marca como lo golpean los jugadores que lo enfrentan, sello indiscutible de sus grandes virtudes.

Los cambios de Díaz y Videla fueron lógicos y no defraudaron, destacándose nuevamente el chico Cuadra porque sin entrar mucho en juego, volvió a mostrar su categoría en la última jugada, que lamentablemente finalizó mal después de haber hecho previamente todo bien.

Racing es un equipo que por mérito de Cocca tiene cosas muy positivas como la de devolverle la confianza a un plantel que venía derrumbado del 2015 y también porque hay movimientos y jugadas con pelota parada, que en su versión anterior no se veían,

Pero debemos aceptar también que viene mostrando diferencias entre ataque y defensa, porque en cada partido podemos observar que mientras adelante abren puertas, atrás se olvidan de cerrarlas.

Ahora debemos esperar algunos resultados que quizás nos ayuden a ilusionarnos un poco más para entrar por lo menos en la Copa Libertadores, sin olvidar que para ello hay que seguir sumando y Temperley es la próxima estación donde Racing debe bajar y lograr el pasaje para seguir viaje camino a ese logro.

Hasta pronto.


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