lunes, 9 de agosto de 2021

Los inentendibles cambios de un técnico indescifrable.

La mayoría de las veces se me hace muy difícil entender algunas decisiones de Pizzi, porque resultan incomprensibles.

Y como siempre, con todo respeto, me pregunto si no es inexplicable, que un jugador como Lisandro López, el único que le aporta la sabiduría y la jerarquía que le falta a un Racing,  que carece de esos valores de  la mitad de cancha hacia adelante, sea reemplazado en el clásico más importante y además estando en desventaja.

O que méritos viene haciendo Rojas para entrar aunque sean pocos minutos, en un momento del encuentro donde se requería un jugador con más actitud, más presencia y más intenso (conceptos que este jugador por ahora no exhibe).

Decisiones de un técnico que como jugador tenía carácter y agresividad, virtudes que hoy desde la conducción parece haberlas dejado de lado, sobre todo  cuando vemos que en un clásico en desventaja y en el momento más complicado, quita del equipo a los jugadores con más personalidad, a los que contagian al resto de sus compañeros, como hizo con su capitán y emblema, quien en el banco de suplente expresaba su dolor y su bronca.

Como muchas veces lo expresé, en un plantel hay jugadores que yo denomino “causa”, (los que por personalidad ganadora nunca se dan por vencidos) y otros que señalo como “consecuencia”, (que necesitan contagiarse de aquellos para despertar y reaccionar) y hoy por hoy, Racing no cuenta con muchos integrantes “causa” por los que, como premisa, deberían estar siempre presentes, porque el resto necesita de ellos para poder rendir mejor.

Si vamos al partido, en un campo donde la lluvia y el agua imposibilitaban jugar,  el clásico venía siendo parejo, con un primer tiempo donde de la mano de Lisandro López, el buen rendimiento de Cáceres y de Moreno (quizás en su mejor partido) Racing pudo sostener la pelota y manejarla bastante bien., aun sin llegar a tener situaciones muy claras.

Estaba para cualquiera, solo era cuestión de proponérselo y Pizzi a los 20 de la segunda parte, envía a la cancha a Garré por Copetti, que parece seguir siendo el pato de la boda, porque si bien es cierto que ha bajado su rendimiento, también hay que entender que es un tipo de jugador que se siente más cómodo estando al acecho dentro del área y entre los centrales, a quienes “torea” obligándolos muchas veces a cometer errores, que estacionado en una punta en una función que no siente.

Hasta sería más lógico que estuviera como doble nueve acompañando a Correa, que si bien tiene mejor manejo de la pelota, pierde mucho físicamente, por lo que los centrales rivales juegan mucho más tranquilos.

Pero después de una jugada que casi convierte Chancalay, llega el gol de los vecinos en una pelota que justamente pierde Benjamín Garré y Bustos la envía larga para Palacios, quien frente a las consecutivas fallas de Mena y Domínguez (la más grave porque va al suelo y queda “pagando”, cuando debía de haberlo acompañado) finalmente envía el centro a la cabeza de Romero para que este convierta.

Y a partir de aquí, comienzan los inentendibles cambios de un técnico indescifrable, que no solo dejaron al equipo golpeado anímicamente sin su guía, su capitán y su mejor jugador, sino que mostraron la falta de valentía, grandeza y ambición para ir a por lo menos a empatar el partido cuando en lugar de buscar más fuerza ofensiva, por Cáceres ubica a Fabricio Domínguez y por Miranda lo ingresa a  Matías Rojas, un jugador que lo que transmitió, fue una imagen más helada que la de la lluviosa noche.

Un final que muestra a un Racing sin reacción y resignado a vivir en un mar de contradicciones, sometido a decisiones, en su mayoría desacertadas, a las que solo se las acepta por haber logrado ciertos resultados que son alcanzados, más por la buena fortuna que por una idea sólida y bien argumentada desde su juego.

Hasta pronto.