viernes, 18 de septiembre de 2015

El dolor lo hizo más fuerte.


Los clásicos por lo general son una “bisagra” que normalmente condiciona mentalmente al equipo perdedor y hay muchos ejemplos que así lo indican.
Y para Racing este partido por la Copa Argentina, era una prueba más que difícil a la que debía tratar de superar, para demostrar que también se puede combatir, esa articulación, que podía darle una tendencia negativa al equipo para lo que restaba jugar.
Por supuesto que no era sencilla, y aunque también había perdido su clásico, el que estaba enfrente era San Lorenzo, un equipo paciente, que sabe lo que debe hacer, que es sólido defensivamente y contragolpea muy bien a través de sus laterales y la llegada de los volantes.
El público de ambos clubes le dio al partido el clima que se había perdido hacía bastante tiempo, donde la hinchada de la Academia se hizo sentir, como es su costumbre.
Racing comenzó bastante bien, un poco impreciso al principio, pero se fue acomodando de a poco, donde fue creciendo Romero quien buscaba con pases largos a Bou y Milito sin dejar de colaborar en la recuperación de la pelota y tratando de que Más no tenga una salida limpia por su costado.
Así durante 30 minutos es como que quería más pero no llegaba mucho salvo un disparo de Bou -el único que preocupaba a la defensa del Ciclón- que Torrico desvía y de un tiro de esquina bien trabajado donde Noir sorprende pero no puede concretar.
San Lorenzo se estaba animando un poco más y Cauteruccio tiene una oportunidad que tapa muy bien Saja, a lo que se le suma un cabezazo de Caruso que Saja manotea al corner.
Noir vivía más preocupado por Bufarini y admitiendo que el lateral de San Lorenzo no generó muchos problemas, el volante-delantero de Racing tampoco lo hizo en el equipo rival, casi como que se anularon.
Atrás no habían tenido muchos inconvenientes pero el partido se había puesto parejo y de una gran distracción de los centrales de la Academia en una pelota larga donde todos miraban a su lanzador Ortigoza y nadie a Cauteruccio, éste recibe, gira rápidamente y bate a Saja de derecha.
Balde agua helada para un equipo que todavía no había mostrado toda su ambición para ganar el partido, sabiendo además lo difícil que es entrarle a la defensa azulgrana.
La segunda parte era toda una incógnita y sinceramente pensé ahora va Pavone por Gastón Díaz, porque solo había un delantero para controlar, pero Cocca ratificó el mismo equipo y tuvo su acierto, porque los jugadores sacaron a relucir lo que todos los hinchas le reclamamos en el clásico: reacción, personalidad y algo de lo que se habla mucho en estos tiempos: intensidad, aunque más bien yo diría pasión y “huevos”,  lo que le permitió llevarse por delante a un San Lorenzo que cada vez se dedicaba más a defender y le costaba frenar ese ímpetu de la Academia.
Me gustó el trabajo de Romero a quien se lo ve más confiado, sobre todo buscando y aguantando la pelota, Noir ya era delantero y complicaba a Buffarini que solo se dedicó a marcar, el ingreso de Pavone le dio otra dinámica al ataque donde Bou seguía creciendo y Camacho también colaboró para que esa ofensiva sea más punzante.
Racing achicó espacios aun corriendo riesgos, presionó y disputó cada pelota a muerte en todos lados y de esa manera, con llegadas por los costados, puso a San Lorenzo contra su arco obligándolo a cometer errores.
Buen trabajo en ese segundo tiempo de un equipo que tuvo un gran despliegue con un Aued que se adueñó del centro del campo y convirtió el gol del empate, con un Cerro que fue incansable y con una línea de fondo que se multiplicaba, donde a mi gusto volvió a sobresalir un jugador que no puede faltar nunca por lo que transmite: Grimi.
Y cuando todos pensábamos que íbamos a los penales, llegó el gol de la justicia, porque Racing durante todo el partido fue más que su rival, penal a Pavone a quien toman de la camiseta y que Bou traduce en gol.
Final feliz para un equipo herido pero que el dolor lo hizo más fuerte, lo que le permitió sacar a relucir esa fuerza interna para lograr un triunfo que no solo lo ubica en las semifinales de la Copa, sino que sirve para derrotar a la “bisagra” mental de los clásicos y devolvernos la esperanza que parecía perdida, fiel demostración de que cuando un partido de se juega de esta forma, el equipo y los hinchas se fusionan en un abrazo interminable, de esos que acarician el alma y alimentan el espíritu.



Hasta pronto.