lunes, 11 de octubre de 2010

El mismo cuento, la misma triste historia y el mismo final.

Es así amigos de Racing. Por las circunstancias que sean y a pesar de las justificaciones que se esgriman lo que ví fue una vieja y repetida historia. Y no fue un ““Déjà vu” (esa sensación de haberlo vivido en el pasado), fue una realidad tan palpable que ya se nos presenta como un peligroso hábito. Ese acostumbramiento a no poder superar este enfrentamiento aún ante una de las más pálidas expresiones de Independiente de los últimos años. Algo debe tener que cambiar. Ya no importa tanto si estaba Giovanni o no. Aquí hay algo mucho más fuerte que juega un partido aparte en el plantel. Es algo que va más allá de una táctica, de buenos o malos jugadores o de un mejor o peor estado físico.

Racing debe entregarse a un análisis mucho más profundo y encontrar los motivos que lo está llevando desde hace muchos años a la triste realidad de que cuerpo técnico y jugadores, parecen haber perdido lo más importante que todo ser humano debe tener a la hora de enfrentarse a situaciones comprometidas, y es la fe, esa convicción de “yo puedo”. Esa determinación que hace que el equipo y los hinchas se sientan casi imbatibles.

Esa comunión que si se dio por ejemplo en 1966, con aquel equipo de José, donde ibamos a verlo, seguros de que ganaba, sensación que por lo menos desde el 2001 no sentimos más.

Cada vez que vemos a Racing nos sentimos vacilantes, con una desagradable sensación de inseguridad que no nos permite disfrutar de un triunfo aún cuando llevamos dos o tres goles de ventaja.

Sigue sin aparecer el juego y la solidez de un equipo que sabe lo que quiere, aún admitiendo que tuvo sus oportunidades y se encontró con un arquero que tuvo una muy buena tarea, pero también aceptando que nuestros jugadores se la facilitaron por no tener la capacidad y/o tranquilidad necesaria para definir con más certeza que fuerza, colocando mejor la pelota y sin tener que romperle el pecho al arquero. Como decía en la nota anterior, este partido siempre fue de quiebre y aquí se desmoronó algo más que el estado anímico para el resto del torneo y es la caída de ese porcentaje de confianza que había comenzado a ganarse este equipo de parte de su hinchada, esa que con su respaldo deja el alma en cada encuentro.

Todo se nos hace inalcanzable, lejano y lo único que nos conquista es el descreimiento y el desencanto de tanto leer siempre el mismo cuento, la misma triste historia y el mismo final.

Hasta pronto

pascual1443@gmail.com