De qué hablar hoy, de lo que fue o de lo que vendrá, de la desilusión o de la esperanza, lo único certero es que fue un año difícil de digerir y aunque la pasión me lleve a sobreponerme de todas esas broncas y angustias vividas, no puedo dejar de aceptar que los malos resultados me cambian el humor y hasta hay algunos que me condicionan en la vida diaria.
Salvo la copa ganada a Boca en Enero, no hubo más alegrías
y a través de todo el año los sinsabores comenzaron a escribirse en la orden
del día, con decisiones que fueron más improvisaciones que planificaciones
serias y que llevaron al equipo a transitar dentro de una fragilidad anímica de
la que nunca pudo salir, aun después de esta aparente remontada final que lo
ubica en la Copa Sudamericana, pero que no le alcanzó para ganar en los cuartos
de final.
Son muchos los factores que lo llevaron al plantel a
tener esa inestable participación que los llevó a fracasar deportivamente en
todos los torneos, indiferencia, malas incorporaciones, ausencia de liderazgo y
falta de audacia, un combo demasiado peligroso que le hizo perder gloria a la
institución.
La culpa parece que siempre la tuvo el otro, pero es
de todos, menos de los hinchas que con esa pasión inexplicable, siguen diciendo presente y alentando por Racing.
Racing estaba a tres partidos de salir campeón y
después de sorprender a Belgrano en la última fecha con un buen juego, anoche frente
a Rosario Central tenía la oportunidad de pasar a semifinales, pero volvió a
mostrar antiguas fallas defensivas individuales (Arias y Sigali) y grupales, que
parecen no tener solución, con el agregado de que ofensivamente le cuesta
encontrar el gol, sobre todo ante rivales que tienen un orden defensivo.
No hay verdades ni perfecciones absolutas, pero hay
miradas distintas sobre un mismo hecho y es lo que te pueden acercar o alejar
de la victoria y a mi modesto entender me pregunto porque si Campaz era el
jugador más importante de Rosario Central, la marca fue Mura, que no marcó ni
atacó bien, no sorprendió nunca y todos sus centros fueron mal ejecutados, pero
sin embargo siguió en el campo de juego cuando debió salir él y no Colombo, porque eso hizo llevar a Moreno a la línea
de fondo.
Otra pregunta que me hacía es porque cuando entró
Vecchio por Nardoni (un jugador que cuando pierde la pelota vuelve al trote y además
no tiene claridad ni es certero al entrar al área) no lo hizo también Roger Martínez
para guardarse un ventana más de cambio, con el agravante de que sacó a
Baltazar Rodríguez y no a Hauche, que no estuvo bien en los pases, en las
definiciones y en los centros.
Decía una ventana más porque se podía haber utilizado antes que finalice el
tiempo oficial, por ejemplo, en el cambio de arquero, sabiendo que Arias no es atajador
de penales, por lo menos para sorprender al rival.
Juanfer fue el mejor porque que volvió a mostrar su gran
calidad, con sus toques, sus remates y su excelentes pases que dejaron en posición
de gol a Hauche y a Ojeda, pero a Vecchio no lo vi tan seguro (quizás condicionado
por su amor a Central) pero supo asistir a Roger que terminó haciendo un golazo.
Y por último me llamó la atención la displicente forma
de rematar los penales de Moreno y de Sigali (lo pateó exactamente igual que
ante Boca en la Libertadores), sobre todo jugándose una instancia final y sabiendo
bien porque en su experiencia los habrán hablado miles de veces, que no se
patean a media altura o no tan esquinado, salvo que lo hagan engañando al
arquero, algo que ni intentaron o por lo menos no se notó.
El futuro es incierto, desde la dirección técnica
hasta los jugadores, porque desde hace unos años Racing se ha convertido más en
un club de compra-venta que de
proyectos serios y ambiciosos en el fútbol, por lo que seguramente el 2024 volverá
a regalarnos otras sorpresas, rogando que esta vez las incorporaciones reditúen
de acuerdo a la inversión, lo que por ahora no sucedió en la mayoría de los
casos.
Hasta pronto.