Una imagen vale más que mil palabras.
Si hay una imagen de cómo jugar mal, es la que mostró Racing ayer.
De sólo mirarlo nos damos que cuenta que no hace falta explicar nada.
Porque hay formas y formas de perder.
Parece que hay jugadores que no están preparados para afrontar esta instancia que vive el club.
Por personalidad. Por temperamento.
Hemos enfrentado a Chacarita, Rosario Central, Godoy Cruz, Gimnasia y Esgrima, Arsenal y Atlético Tucumán, partidos donde se jugaban más que los tres puntos, y ganamos uno sólo de todos ellos. (No nos olvidemos que en la última fecha del próximo torneo vamos de visitante contra Chacarita ).
Racing había ganado dos partidos seguidos y aunque perdió con River -jugando bastante bien-pensé que como nos íbamos a enfrentar a uno de los rivales directos, iban a redoblar el esfuerzo, la concentración, el espíritu.
Pero no, Racing fue un equipo torpe, errático, sin convicciones.
Diría, un Racing lleno de miedos.
¿Se puede cambiar tanto de un partido al otro?
Quizás los jugadores y el cuerpo técnico deberían ver todo el partido, todo.
Para que cada uno en su intimidad recuerde esas imágenes y entienda lo que sintió el hincha.
Porque una imagen ,vale más que mil palabras.
Y a los dirigentes -que también son hinchas- esta vez le pedimos que por las incorporaciones se esmeren, consulten y discutan, pero que no se duerman.
No estamos diciendo que rifen el club o paguen lo que no se puede, sólo que cuando esten convencidos de los elegidos, los incorporen antes de comenzar la pretemporada.
El próximo campeonato comienza mas temprano y está muy comprimido por el Mundial.
No podemos traer jugadores que necesitan dos meses para estar a punto o para recuperarse de viejas lesiones. No hay tiempo.
Un duro camino le espera al técnico y al equipo. Y nos espera a todos.
Pero en caso de que suceda lo peor, los que siempre nos quedamos con el dolor somos nosotros los hinchas.
Porque los demás podrán irse, pero nosotros vamos a estar siempre.
Como debemos estar desde el primer partido con Rosario Central.
Transmitiéndole al equipo las ganas de ganar y contagiándoles nuestro fervor.
Desde la tribuna debe bajar el aliento sin fin que alimente el espítitu e infunda el ánimo muchas veces ausente.
Ahora, si la hinchada pone todo, ellos también.
Porque ellos se deben a sus hinchas.
Hasta pronto.
lunes, 14 de diciembre de 2009
viernes, 11 de diciembre de 2009
No es más ciego el que no ve, si no el que no quiere ver.
Un partido de fútbol depende mucho del estado de ánimo de los equipos
( en realidad de sus jugadores ), quienes lo demuestran en su andar cuando tienen rachas positivas ó negativas.
Hoy encontramos ejemplos en muchos equipos, donde lo mental supera a la buena o mala técnica del jugador. En la racha positiva libera al talentoso y agranda al más modesto, mientras que en la negativa lo limita, lo entorpece y lo llena de temores.
Pero cuando se le suman errores de terceros, alteran y nublan la mente de los equipos que tienen altibajos y que luchan por encontrar un equilibrio emocional para disputar cada encuentro.
Ayer le tocó el turno a Racing.
El rival, el equipo que nunca queremos enfrentar, porque evidentemente allí sí, casi siempre pesa la historia. (Yo fui testigo en el ’66, donde con ese espectacular equipo no les pudimos ganar de local y dejamos el famoso invicto en el Monumental).
Pero los triunfos consecutivos -ante Banfield y Tigre- permitían soñar.
En mi nota anterior hablaba de conseguir más juego y el equipo lo tuvo.
Pero no me voy a detener en contar lo que pienso de la perfomance de cada jugador.
Hoy quiero hablar de las injusticias. De esas que realmente llaman la atención.
Las que descolocan. Las que son determinantes para el resto del partido. Porque en la cancha los equipos tienen momentos. Y ese era el de Racing.
Había mejorado muchísimo en su juego y cuando pudo ponerse en ventaja, perdió la oportunidad, pero esta vez por groseros errores del árbitro y el juez de línea. Penal de Ferrari a Ramirez ( con expulsión de Ferrari por ser último hombre ).
Este hecho, sumado al posterior penal a Jacob que tampoco cobra, saca a Racing del buen juego y lo desequilibra emocionalmente llevándolo a las luchas y discusiones que naturalmente traen aparejadas estas decisiones.
Y después lo inevitable. Un penal infantil de Lucero ( es increíble su acción en la barrera ). Y un tiro libre de Abelairas mu bien ejecutado –pero que siempre patea a ese ángulo- .
Esto agravó el inestable estado anímico de Racing y no le permitió dar vuelta el resultado, aunque tuvo sus oportunidades, pero siguió mostrando fallas en la definición.
Para rescatar, la recuperada actitud de los jugadores.
Seguramente otro hubiera sido el desarrollo del encuentro si el Sr. Abal hubiera visto en el área de River, lo que vio en la de Racing, quien sin lugar a dudas mereció llevarse al menos un empate.
La imagen final de cabezas gachas, no es por la vergüenza, es por la impotencia de enfrentarse a una justicia que sigue midiendo e interpretando de manera distinta similares situaciones y que nos obliga a irnos con las manos vacías.
Es difícil ser justo en la vida, pero hay que intentarlo siempre.
Lo más duro es cuando las evidencias dejan en claro que
“no es más ciego el que no ve, si no el que no quiere ver”.
Hasta pronto.
Un partido de fútbol depende mucho del estado de ánimo de los equipos
( en realidad de sus jugadores ), quienes lo demuestran en su andar cuando tienen rachas positivas ó negativas.
Hoy encontramos ejemplos en muchos equipos, donde lo mental supera a la buena o mala técnica del jugador. En la racha positiva libera al talentoso y agranda al más modesto, mientras que en la negativa lo limita, lo entorpece y lo llena de temores.
Pero cuando se le suman errores de terceros, alteran y nublan la mente de los equipos que tienen altibajos y que luchan por encontrar un equilibrio emocional para disputar cada encuentro.
Ayer le tocó el turno a Racing.
El rival, el equipo que nunca queremos enfrentar, porque evidentemente allí sí, casi siempre pesa la historia. (Yo fui testigo en el ’66, donde con ese espectacular equipo no les pudimos ganar de local y dejamos el famoso invicto en el Monumental).
Pero los triunfos consecutivos -ante Banfield y Tigre- permitían soñar.
En mi nota anterior hablaba de conseguir más juego y el equipo lo tuvo.
Pero no me voy a detener en contar lo que pienso de la perfomance de cada jugador.
Hoy quiero hablar de las injusticias. De esas que realmente llaman la atención.
Las que descolocan. Las que son determinantes para el resto del partido. Porque en la cancha los equipos tienen momentos. Y ese era el de Racing.
Había mejorado muchísimo en su juego y cuando pudo ponerse en ventaja, perdió la oportunidad, pero esta vez por groseros errores del árbitro y el juez de línea. Penal de Ferrari a Ramirez ( con expulsión de Ferrari por ser último hombre ).
Este hecho, sumado al posterior penal a Jacob que tampoco cobra, saca a Racing del buen juego y lo desequilibra emocionalmente llevándolo a las luchas y discusiones que naturalmente traen aparejadas estas decisiones.
Y después lo inevitable. Un penal infantil de Lucero ( es increíble su acción en la barrera ). Y un tiro libre de Abelairas mu bien ejecutado –pero que siempre patea a ese ángulo- .
Esto agravó el inestable estado anímico de Racing y no le permitió dar vuelta el resultado, aunque tuvo sus oportunidades, pero siguió mostrando fallas en la definición.
Para rescatar, la recuperada actitud de los jugadores.
Seguramente otro hubiera sido el desarrollo del encuentro si el Sr. Abal hubiera visto en el área de River, lo que vio en la de Racing, quien sin lugar a dudas mereció llevarse al menos un empate.
La imagen final de cabezas gachas, no es por la vergüenza, es por la impotencia de enfrentarse a una justicia que sigue midiendo e interpretando de manera distinta similares situaciones y que nos obliga a irnos con las manos vacías.
Es difícil ser justo en la vida, pero hay que intentarlo siempre.
Lo más duro es cuando las evidencias dejan en claro que
“no es más ciego el que no ve, si no el que no quiere ver”.
Hasta pronto.
lunes, 7 de diciembre de 2009
Metegol gana.
Había que ganar y se ganó. Pero la imagen de Racing fue la de la mayoría de los partidos. Nerviosa. Dubitativa. Acelerada.
De entrada zozobra, inseguridad que se nota en una pelota que cruza Martinez para Cahais cerca del área.
Esto lo remarcan dos situaciones a favor de Tigre que por suerte encontraron a un seguro De Olivera. El orden que habíamos tenido contra Banfield no apareció, sobre todo en el primer tiempo donde se corrió detrás de la pelota que Tigre manejaba con criterio y además soportando situaciónes de peligro.
El medio campo no hacía pie. Wagner y Falcón ni quitaban, ni jugaban.
Mercado y Lucero no estuvieron a la altura del partido con Banfield.
Grazzini apareció en cuentagotas intentando hacer pesar su habilidad, pero entrando finalmente en la confusión general (aunque es del único que se puede esperar algo distinto).
Arriba lo de siempre. La gran entrega de Luguercio y un Ramírez más esforzado, pero sin mostrar acciones positivas.
La segunda etapa mostró a un Racing un poco más ordenado.
Se adelantó en el terreno, juntó las líneas y apretó más arriba.
Wagner mejoró y atrás estuvieron más seguros.
Sin jugar bien emparejamos el partido y tuvimos alguna ocasión hasta que llegó el gol. Aquí lo mejor de Ramírez que por dos veces trata de habilitar a Grazzini ( la primera se la quiere bajar de cabeza y hay rebote ) y en la segunda se la deja mansa, para que éste con una pegada estupenda pueda convertir un golazo.
A partir de ese momento Racing continúa luchando más que jugando ( el cambio de Ledesma por Grazzini lo demuestra ) ante un Tigre que intentaba pero que había perdido fuerza.
Era un partido de “metegol gana”. Sí, todo daba a entender que el que hacía un gol ganaba.
Por suerte lo hicimos nosotros lo que terminó de derrumbar a un Tigre
que no mostraba el andar del primer tiempo y lo invadía el desánimo, por lo que Racing pudo llegar al final del encuentro sin sufrir demasiado.
Anímicamente es muy bueno. Dos partidos ganados en forma consecutiva y los resultados que se dieron en los otros encuentros nos ayudaron a salir de la promoción.
Lo más rescatable es haber mantenido la actitud y la entrega, condiciones que deben aflorar en todos los partidos.
Pero con esto sólo no alcanza.
Debemos sostener el orden y mejorar el juego colectivo para ilusionarnos a seguir ascendiendo en la tabla de posiciones.
Hasta pronto.
Había que ganar y se ganó. Pero la imagen de Racing fue la de la mayoría de los partidos. Nerviosa. Dubitativa. Acelerada.
De entrada zozobra, inseguridad que se nota en una pelota que cruza Martinez para Cahais cerca del área.
Esto lo remarcan dos situaciones a favor de Tigre que por suerte encontraron a un seguro De Olivera. El orden que habíamos tenido contra Banfield no apareció, sobre todo en el primer tiempo donde se corrió detrás de la pelota que Tigre manejaba con criterio y además soportando situaciónes de peligro.
El medio campo no hacía pie. Wagner y Falcón ni quitaban, ni jugaban.
Mercado y Lucero no estuvieron a la altura del partido con Banfield.
Grazzini apareció en cuentagotas intentando hacer pesar su habilidad, pero entrando finalmente en la confusión general (aunque es del único que se puede esperar algo distinto).
Arriba lo de siempre. La gran entrega de Luguercio y un Ramírez más esforzado, pero sin mostrar acciones positivas.
La segunda etapa mostró a un Racing un poco más ordenado.
Se adelantó en el terreno, juntó las líneas y apretó más arriba.
Wagner mejoró y atrás estuvieron más seguros.
Sin jugar bien emparejamos el partido y tuvimos alguna ocasión hasta que llegó el gol. Aquí lo mejor de Ramírez que por dos veces trata de habilitar a Grazzini ( la primera se la quiere bajar de cabeza y hay rebote ) y en la segunda se la deja mansa, para que éste con una pegada estupenda pueda convertir un golazo.
A partir de ese momento Racing continúa luchando más que jugando ( el cambio de Ledesma por Grazzini lo demuestra ) ante un Tigre que intentaba pero que había perdido fuerza.
Era un partido de “metegol gana”. Sí, todo daba a entender que el que hacía un gol ganaba.
Por suerte lo hicimos nosotros lo que terminó de derrumbar a un Tigre
que no mostraba el andar del primer tiempo y lo invadía el desánimo, por lo que Racing pudo llegar al final del encuentro sin sufrir demasiado.
Anímicamente es muy bueno. Dos partidos ganados en forma consecutiva y los resultados que se dieron en los otros encuentros nos ayudaron a salir de la promoción.
Lo más rescatable es haber mantenido la actitud y la entrega, condiciones que deben aflorar en todos los partidos.
Pero con esto sólo no alcanza.
Debemos sostener el orden y mejorar el juego colectivo para ilusionarnos a seguir ascendiendo en la tabla de posiciones.
Hasta pronto.
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