Siempre escribo sobre Racing, pero visto
lo que pasó y solo como un hincha de fútbol más, quiero hacer un comentario
sobre Messi y su anunciada renuncia, después de una nueva final perdida, donde
para un alto porcentaje de los argentinos, de ser Dios pasó a ser demonio, de
ser el mejor, pasó a ser el peor.
Digo que
ni una cosa ni la otra, porque los que lo elevaron a la categoría de Dios y a
la denominación de ser el mejor jugador del planeta, además de los hinchas de
fútbol argentinos, es decir nosotros, fueron también los hinchas de casi todos los países, los jugadores que lo enfrentaron, los entrenadores
de los equipos rivales y la mayoría de los periodistas y dirigentes de todo el
mundo.
Pero especialmente
cada vez que juega para la Selección Argentina, carga desde hace años con esa
pesada mochila de que todo lo debe resolver solo, esperando que él solucione
lo que los demás muchas veces no hacen, sin darnos cuenta que son muchas las
causas que llevan a un equipo a ganar, a consagrarse campeón o a no serlo.
Pienso
que Leo Messi no es ni Dios ni demonio, es solo un muchacho que no acostumbra a
manifestar espontáneamente sus sentimientos y pensamientos, que no se deja
llevar por la adulación, que nunca muestra soberbia y jamás se lleva al mundo por delante, es
simplemente un jugador que juega como vive y en su vida no aparecen los
insultos, los gritos y las broncas extrovertidas.
Por eso el amor,
la idolatría y el reconocimiento de infinidad
de chicos y de muchísimos adultos, se la ganó solamente mostrando su fútbol en
todas las canchas, por lo que creo que sería bueno dejar de hacer comparaciones
con el pasado y permitirle que siga siendo él, tal cual es, esperando que no
abandone la selección, porque sería despojarnos del único jugador diferente que hasta ahora puede
mostrar Argentina.
Hasta
pronto.