Racing entró dormido y fue rápidamente sorprendido por
el equipo cervecero, quien desde el vamos lo ahogó y no le dio ni tiempo ni
lugar para pensar, lo que le hizo cometer graves fallas.
Después de estrellar un tiro libre en el travesaño de Orión llegó el gol del local, pero Racing siguió sin reacción frente a un Quilmes que, diría, casi que lo pasaba por encima, porque daba pena ver como inocentemente perdía en los mano a mano, en las pelotas aéreas y en las segundas jugadas y como consecuencia de esa desorientación, faltando 3 minutos para el final, Álvarez comete una infracción que deriva en un penal dudoso pero que para sorpresa de todos además, le ocasiona una injusta expulsión.
Y Racing que antes ya se había quedado sin Vittor,
lesionado, ahora le sumaba la salida de Álvarez y además con dos goles en
contra.
El partido era más discutido que jugado, pero lo
grave era que el medio no daba pie con bola, los laterales se veían desbordados
y adelante Bou y sobre todo el chico Martínez eran bien “atendidos” por
los defensores.
Que podíamos esperar de la segunda mitad, creo no
equivocarme si digo que a los hinchas nos parecía el fin de los tiempos, porque
no había centrales en el banco y era imposible soñar con una remontada ante esa
mala imagen que había dejado el equipo.
Se jugaba muy mal, no se generaba nada y todo podía
terminar en una catástrofe, entonces el primer acierto de Cocca fue ordenar la
defensa enviando a el “Pulpo” González a jugar de central, pero faltaba algo
fundamental y era la rebeldía en cada uno, ese amor propio que te lleva a
lograr lo que creías imposible.
De a poco Racing fue abriendo los ojos,
cambiando su actitud y logrando acercarse al arco de Quilmes, y a los 5 minutos
tiro libre a favor por una patriada de Insúa, Bou lo hace y Andrada comete mano, nuevamente tiro libre pero ahora más cerca del
área, la “Pantera” vuelve a ejecutar otra vez pero de a rastrón y la
clava contra el poste derecho del arquero.
Ya era otra cosa y Cocca vuelve a meter mano
haciendo entrar al chico Cuadra por Meli, de floja tarea.
Ya se veía otra ambición en el equipo,
la defensa con el Pulpo González respondía bien, Insúa subía y marcaba como no
lo había hecho nunca hasta ahora, Pillud mejoró al igual que Aued y Acuña se
acercó más a aquel que por la izquierda te destruía, pero el abanderado era
Bou, a quien parece que no le pesa tener esa responsabilidad de ponerse el
equipo al hombro, simplemente que lo hace en silencio.
Bou está muy bien, diría es prácticamente aquel del
2014, creyendo además que la llegada de Diego Cocca le hizo muy bien, porque ahora se lo ve en una tarea más integral, que no solo incluye desbordes y
goles, sino asistencias, como la del segundo gol cuando a los 15 minutos y desde
la izquierda habilita al centro del área a Martínez, quien anticipándose a su
marcador marca el empate.
Era el
despertar, porque Racing ya parecía un equipo distinto, un equipo que había
reaccionado con fuerza ante la adversidad y a los 25 Cocca envía a Cerro a la cancha por Lautaro
para tener un medio campo más equilibrado porque sobre la derecha Cuadra no
podía con todo y este cambio le dio la posibilidad de soltarse más y desde ahí
encontrar la posibilidad de darle el golpe final a un Quilmes que había sentido
el empate.
Acuña y Bou seguían re-enchufados mientras Cuadra
ayudaba con su velocidad y a los 40 minutos, Bou que se la entrega al “Huevo,
este se la lleva y mete un centro infernal que cruza el área y sobre el segundo
palo aparece cuadra para convertir el gol del triunfo.
La locura envolvió a todo el país racinguista, a
los jugadores y al cuerpo técnico.
De tener todo perdido se logró un triunfo
espectacular, que de una vez por todas nos debe servir para entender que siempre
hay que jugar con el convencimiento del segundo tiempo sin que haga falta que
nos mojen la oreja para reaccionar.
Hasta pronto.