El partido en sí carece prácticamente de análisis, porque Crucero del Norte
llegó a Avellaneda con la consigna de no recibir una goleada, porque hubiera
sido casi un milagro que el resultado fuera adverso a Racing
El equipo mostró un muy buen rendimiento, aunque creo que Romero se destacó, porque tuvo en un encuentro sin sufrimientos, la capacidad para asistir y la
frescura necesaria que se necesita para darle buen juego y mejor circulación, mecanismo
que se fue aceitando a mediados del primer tiempo, haciéndose dueño de la
mayoría de los ataques racinguistas.
Lo sobresaliente lo protagonizó desde el comienzo la gran hinchada
racinguista, cuando manifestó a través de una gran ovación el justo reconocimiento a uno de los Diegos. El que aunció su retiro hace un par de días: Cocca, el técnico que en 18 meses le dio a Racing un campeonato y un nivel que hacía mucho
tiempo no tenía y a quien se lo vio conmovido al escuchar los cánticos.
Pero era evidente que la mayor expectativa estaba en
el mensaje que iba a bajar de las tribunas y de las plateas, cuando se
cumpliera el minuto 22, el minuto donde todos los racinguistas del país y del
mundo, a través de los que estaban en la cancha, le iban a enviar a su capitán.
Y la pasión, el amor y el respeto de la hinchada por este símbolo, que
volvió para entregarse a Racing de cuerpo y alma, se hizo sentir cuando en el
Cilindro todos se unieron en un solo grito, pidiéndole a su ídolo que no se
retire, convirtiendo a la noche en ¡La
noche del Diego que no se va!
El Milito no se va!... era el sentimiento del hincha y retumbó en el
Cilindro como un ruego, como un grito sagrado y a pesar de que muchas veces este
tipo de demostración conmueve más de lo pensado, Milito nos pudo entregar a
todos los hinchas una devolución de la mejor manera, dos goles que le dieron a
la noche un marco inolvidable.
Hasta pronto.