jueves, 27 de junio de 2013

Cuando los grandes parecemos chicos.




En este receso los hinchas de Racing ( en realidad de todos los equipos ) nos ponemos tan ansiosos comos los chicos antes de la llegada de Papá Noel o los Reyes Magos.

Es cuando los grandes parecemos chicos, porque soñamos con regalos que muchas veces no nos pueden complacer.

En este caso serían los dirigentes quienes deberían hacernos “esos regalos” que esperamos ansiosamente, obviamente algo mucho más difícil que elegir un regalo para los niños.

Pero al igual que los chicos, quienes en su mayoría no se fijan en el valor de las cosas e ignoran la situación familiar, los hinchas también pedimos muchas veces jugadores imposibles, sin importarnos si el club tiene dinero o no para llevar adelante esas negociaciones y cumplir nuestros deseos.

Lamentablemente la realidad es diferente porque en este caso el dinero no sería de los “padres “ en este caso los dirigentes, sino de los “hijos” es decir los socios, que son los que hacen posible que un club exista, -amén de muchísimos hinchas que semana a semana pagan su entrada para alentar a su equipo- pero como han sido elegidos para administrar esos dineros debemos confiar en ellos.

Traer un jugador de fútbol es una tarea que tiene premisas importantes como, reunir mucha información del jugador, poseer capacidad y “buen ojo” para elegirlo, pelear un costo razonable y ser transparente en la operación.

Después la pasión nos puede llevar a discusiones interminables, con todo el derecho que nos asiste a hacerlo, ya sea porque votamos a los que hoy nos dirigen o porque nunca fueron de nuestro agrado, pero con una verdad inocultable que es que, a esos dirigentes se los ha elegido para que con responsabilidad cumplan dicha tarea.

A mi también me apasiona el “jueguito” de elegir jugadores y soñar con un equipo competitivo que pueda darme una gran satisfacción, como aquel del ’66 con Pizzuti a la cabeza y que tuve la suerte de ver, pero también aceptando que ese equipo se hizo fuerte desde las cenizas porque el club estaba muy mal económicamente y porque estábamos prácticamente últimos en la tabla sobre el final de 1965.

Un rejunte de jugadores conformó un equipo inolvidable.

Entonces nada garantiza nada, lo único bueno es que volvemos a ser chicos por un tiempo donde podemos jugar a ser dirigentes y directores técnicos e ilusionarnos con que Papá Noél nos traiga lo que nosotros pedimos.

Una vez concretadas las incorporaciones se aplaca la ansiedad y los sueños se cumplen o se desvanecen, aceptando para mal o para bien lo que finalmente pudieron “regalarnos” tratando de convencernos que es lo mejor que podían traernos.

Entonces comienza el tiempo de jugar con lo que hay, alentando sufriendo y apasionándonos cada semana hasta el fin del torneo.

Allí es cuando con el diario de lunes, es decir con todo cocinado y dependiendo de la buena, regular o mala campaña, aflora el “que te dije” buscando convencer al otro de que teníamos razón.

“En los años ochenta, en un programa de Omar Cerasuolo llamado Intercambio, escuché a un hombre mayor que expresaba una idea sobre la tarea del ser humano en la Tierra y su respuesta fue que la función era convencer a su semejante.”

Me pareció brillante y tomé esa reflexión con la cual me siento muy identificado desde ese momento.

Los invito a hacer un ejercicio.

Analicen si cuando están conversando con alguien no están tratando de convencerlo.

Todos y en cualquier cargo o situación que estemos buscamos con nuestras palabras tratar de convencer.

En realidad es como estoy tratando de hacerlo yo en este momento.


Hasta pronto

@lito_lococo