Los
clásicos por lo general son una “bisagra” que normalmente condiciona mentalmente al equipo perdedor y hay muchos ejemplos que así lo indican.
Y para Racing
este partido por la Copa Argentina, era una prueba más que difícil a la que
debía tratar de superar, para demostrar que también se puede combatir, esa
articulación, que podía darle una tendencia negativa al equipo para lo que
restaba jugar.
Por
supuesto que no era sencilla, y aunque también había perdido su clásico, el que
estaba enfrente era San Lorenzo, un equipo paciente, que sabe lo que debe
hacer, que es sólido defensivamente y contragolpea muy bien a través de sus
laterales y la llegada de los volantes.
El
público de ambos clubes le dio al partido el clima que se había perdido hacía
bastante tiempo, donde la hinchada de la Academia se hizo sentir, como es su
costumbre.
Racing
comenzó bastante bien, un poco impreciso al principio, pero se fue acomodando
de a poco, donde fue creciendo Romero quien buscaba con pases largos a Bou y
Milito sin dejar de colaborar en la recuperación de la pelota y tratando de que
Más no tenga una salida limpia por su costado.
Así
durante 30 minutos es como que quería más pero no llegaba mucho salvo un
disparo de Bou -el único que preocupaba a la defensa del Ciclón- que Torrico
desvía y de un tiro de esquina bien trabajado donde Noir sorprende pero no
puede concretar.
San
Lorenzo se estaba animando un poco más y Cauteruccio tiene una oportunidad que
tapa muy bien Saja, a lo que se le suma un cabezazo de Caruso que Saja manotea
al corner.
Noir
vivía más preocupado por Bufarini y admitiendo que el lateral de San Lorenzo no
generó muchos problemas, el volante-delantero de Racing tampoco lo hizo en el
equipo rival, casi como que se anularon.
Atrás no
habían tenido muchos inconvenientes pero el partido se había puesto parejo y de
una gran distracción de los centrales de la Academia en una pelota larga donde
todos miraban a su lanzador Ortigoza y nadie a Cauteruccio, éste recibe, gira rápidamente
y bate a Saja de derecha.
Balde
agua helada para un equipo que todavía no había mostrado toda su ambición para
ganar el partido, sabiendo además lo difícil que es entrarle a la defensa
azulgrana.
La
segunda parte era toda una incógnita y sinceramente pensé ahora va Pavone por
Gastón Díaz, porque solo había un delantero para controlar, pero Cocca ratificó
el mismo equipo y tuvo su acierto, porque los jugadores sacaron a relucir lo que
todos los hinchas le reclamamos en el clásico: reacción, personalidad y algo de
lo que se habla mucho en estos tiempos: intensidad, aunque más bien yo diría pasión
y “huevos”, lo que le permitió llevarse
por delante a un San Lorenzo que cada vez se dedicaba más a defender y le
costaba frenar ese ímpetu de la Academia.
Me gustó
el trabajo de Romero a quien se lo ve más confiado, sobre todo buscando y aguantando
la pelota, Noir ya era delantero y complicaba a Buffarini que solo se dedicó a marcar,
el ingreso de Pavone le dio otra dinámica al ataque donde Bou seguía creciendo
y Camacho también colaboró para que esa ofensiva sea más punzante.
Racing
achicó espacios aun corriendo riesgos, presionó y disputó cada pelota a muerte en
todos lados y de esa manera, con llegadas por los costados, puso a San Lorenzo
contra su arco obligándolo a cometer errores.
Buen
trabajo en ese segundo tiempo de un equipo que tuvo un gran despliegue con un Aued
que se adueñó del centro del campo y convirtió el gol del empate, con un Cerro que
fue incansable y con una línea de fondo que se multiplicaba, donde a mi gusto
volvió a sobresalir un jugador que no puede faltar nunca por lo que transmite:
Grimi.
Y cuando
todos pensábamos que íbamos a los penales, llegó el gol de la justicia, porque
Racing durante todo el partido fue más que su rival, penal a Pavone a quien
toman de la camiseta y que Bou traduce en gol.
Final
feliz para un equipo herido pero que el dolor lo hizo más fuerte, lo que le
permitió sacar a relucir esa fuerza
interna para lograr un triunfo que no solo lo ubica en las semifinales de la
Copa, sino que sirve para derrotar a la “bisagra” mental de los clásicos y
devolvernos la esperanza que parecía perdida, fiel demostración de que cuando
un partido de se juega de esta forma, el equipo y los hinchas se fusionan en un
abrazo interminable, de esos que acarician el alma y alimentan el espíritu.
Hasta
pronto.
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