Perder un clásico nos lleva a los hinchas a cambiar nuestro estado de ánimo y a vivir con bronca y desencajados los días posteriores, pero el de ayer además finalizó con la renuncia de Gago, un técnico que no entendió que después de tener muchas bajas desde el principio de año, debía dejar de lado su terquedad y adecuarse a una manera distinta de plantear los partidos.
El año anterior, a pesar de frustraciones como la de
perder con River de Uruguay (un empate aseguraba la continuidad en la
Libertadores) y con Agropecuario en la Copa Argentina, en la tabla anual Racing
(junto con River) fue el equipo con más goles a favor, con menos goles en
contra y con menos partidos perdidos, pero además con la posibilidad de salir
campeón si Gago hubiera intervenido a la hora de patear el penal que llevo a
cabo un “recién llegado” como Galván (es cierto que también fueron responsables
los “capitanes”).
Ese equipo aunque daba ventajas en defensa, no
recibía tantos goles porque ejercía un gran dominio sobre sus rivales a través
de la tenencia de la pelota, de su intensidad y su contundencia ofensiva, pero
al desmantelarse, por ventas y/o lesiones, después de ganar las dos copas frente
a Boca, se sumó la lesión de Carbonero y fue perdiendo todo el poderío del
medio campo y de la delantera, que le daba sustento a su idea.
Porque Blanco y Cía no le quisieron traer refuerzos
importantes o porque Gago aceptó lo que le ofrecían, las incorporaciones nunca
llegaron a rendir, por lo que este año sin la tenencia, claridad, intensidad y
contundencia de aquel del 2022, su Racing que seguía dando las mismas ventajas
en defensa, nunca pudo jugar bien dos partidos seguidos mientras los rivales se
agrandaban más, porque sufrían menos.
Entonces llegaron los goles que derivaban en
derrotas y en lugar de replantearse modificar su sistema de juego, Gago continuó
empecinado con su idea ofensiva, pero sin
los interpretes adecuados de a poco se
fue desmoronando.
Eso fue llevando a los jugadores a perder la poca confianza
que les quedaba y aunque por momentos pareció que había una levantada, sobre todo
con la llegada de las últimas incorporaciones, todo fue efímero, porque el
desorden, la falta de actitud y la confusión volvían a hacerse presentes en los
últimos encuentros, respaldando a jugadores que solo él les veía cosas
positivas.
Gago con su obsrinación se fue metiendo en un laberinto del que quería
salir con conceptos a veces inentendibles, mientras algunos veíamos que en
realidad el equipo no tenía respuestas ni futbolísticas ni anímicas y en situaciones
críticas como la de anoche, donde un Cilindro colmado y un aliento impresionante
recibió a su Racing, este volvió a defeccionar porque nunca supo cómo jugarle a
un rival que desde el vamos solo esperaba que Racing cometiera errores en defensa,
como los que llegaron como consecuencia la desinteligencia que había en las
marcas, mientras un técnico entregado nunca pudo encontrarle la vuelta a lo que
le proponía Tévez con su Independiente.
Un final descontrolado llevó a Gago a decidirse por una despedida fantasma la que no hace
más que confirmar que su renuncia era su única respuesta a esta nueva frustración
que formó parte del combo negativo del año y a las muchas preguntas que seguramente
le harían los periodistas en la conferencia de prensa, la que consecuente con
su personalidad terminó evitando.
Por su parte la Comisión Directiva con Blanco a la
cabeza y el plantel, como corresponsables de la floja campaña de este año, deberían
reunirse para hacer una autocrítica real y sincera sobre lo que les pasa y lo
que vendrá, porque hay que contratar el nuevo técnico, sabiendo que los equipos
son un reflejo de su idea, pero especialmente de su carácter y de su fuerza anímica
para liderar el grupo.
Hasta pronto.