martes, 18 de diciembre de 2012
“La culpa la tuvo el otro”.
Esta vez el tema tiene que ver con el fútbol, pero más con un hecho que lo rodea.
Parece que quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones importantes siempre se “esconden” detrás de una segunda o tercera persona para que transmita ese mensaje, sin darse cuenta que en ciertas oportunidades y de acuerdo con quien sea aquel que deba dejar un cargo vale la pena –aunque debería ser con todo el mundo igual- dar la cara y mirarlo a los ojos para transparentar esa situación y mostrar que no hay segundas intenciones.
Nadie es imprescindible en esta vida. Todos pueden ser reemplazados. Pero hay que tener el mínimo respeto por el que – como en este caso- ha sido fruto del árbol de la vida racinguista.
Siempre se lo ha catalogado como una persona de bien y nunca se le han escuchado comentarios adversos o críticos a su querida institución.
Estoy hablando de Juan Barbas quien de su propia boca se ha escuchado que Racing le dio todo para triunfar en la vida, pero admitamos también que él en su actividad como jugador y posteriormente como entrenador también le entregó su corazón y su alma al club, haciéndose responsable en distintos momentos del primer equipo y luego de otras divisiones.
No voy a entrar a juzgar su trabajo de todos estos años por que honestamente no lo conozco a fondo y porque como decía más arriba todos pueden tener su ciclo cumplido, pero no cuesta nada cuidar las formas, sobre todo con una persona que aparentemente no tuvo enfrentamientos con la Comisión Directiva.
Creo que Juan Barbas merecía ser recibido por el Presidente, el responsable del Fútbol Amateur y por el Manager para darle las explicaciones necesarias que justifican esta decisión.
La tristeza sería la misma, pero seguramente no habría dolor.
A nadie le gusta salir de un lugar del que se siente parte, pero la vida es así.
Lo lamentable es la comunicación, cada vez más fría y más distante en estos días, dejando de lado lo más importante que un ser humano puede tener, que es enfrentar los hechos con la transparencia en la mirada y la verdad en las palabras.
De allí en más todos podrían retirarse en paz.
Pero parece que esta vez no fue así y eso da motivos para pensar que con el tiempo alguien podrá decir “la culpa la tuvo el otro”, como cotidianamente sucede ante hechos similares.
El tiempo dirá cual es la verdad, pero lo cierto es que Barbas debería haber tenido otra despedida.
Hasta pronto.